Sin preciarme de veterano en la difícil tarea del buen decir, voy a relataros algo que, en sus buenos días, solía referirnos nuestra abuela: para desempeñar mi cometido, bien poco tendré que añadir o quitar a su narración, porque la historia de «Mariana,» tiene por si sola suficiente atractivo para cautivar la atención de mis bondadosos lectores.
Rudo es mi decir y mi exposición fatigosa, pero no vacilo en pediros benevolencia, porque bien sé que, en muchos casos, no solo los escritores ya consagrados son leídos con entusiasmo, sino que también para los novicios suele haber un poco de favor, como para premiar así los esfuerzos que representa cualquiera producción, y la intención que ella encarna.