Yo no hago versos, hermano,
dejo correr las palabras,
sin quererlo, sin pensarlo,
como me lo dicta el alma.
Si lo que digo son versos
la cosa se pone rara,
porque buscando no puedo
encontrar dos consonancias.
Yo jamás he pretendido
buscar del ritmo la gracia.
Nunca me gasto artificio,
ni me someto a gramáticas.
Si por acaso las frases
suelen quedarme rimadas,
la culpa toda le cabe
a esta maldita máquina.
Sí, señor, la culpa toda
tiene que ser de la máquina,
esta máquina burlona
que aprovecha mi ignorancia.
Es seguro que esta vieja
máquina desbaratada
aprendió de algún poeta
a rimar en forma rara.
Me la vendieron, seguro,
por tener tan torpe tacha
y me pone en mil aprietos
ensartando consonancias.
Mis versos, mi buen hermano,
son trabajo de la máquina,
este mueble ya enviciado
a rimar sin son ni gracia.