Si, hijo, triunfarás y, como el fervoroso deseo de padre, si en el decurso de tu vida sometes tu obrar a las siguientes reglas:
Primera: Dios es Dios y, sin el nada vale el hombre, confía, pues en Dios y obra siempre según sus mandamientos.
Segunda: Nunca dejes que la ira te domine: si te insultan y te ofenden, mira quien lo hace y, refrena tus ímpetus, recordando que, no es de hombres reñir con los que te agravian.
Tercera: Perdona siempre a los inferiores que contra ti ejerciten odios, pero no transijas con el superior que trate de humillarte. Debes estar siempre erguido ante el potentado y sonreído y complaciente con los menesterosos.
Cuarta: Destierra de tu ser la terrible y sucia pasión que se llama miedo, alzándote dominador ante quien te amenace, recordando que solo Dios es Omnipotente. A la impulsiva sacudida de tus nervios impone el dominio de tu voluntad. El instinto, primitivo y violento, debe estar por siempre sometido a tu razón. Cuando logres hacer tanto, podrás cantar victoria.
Quinta: El corazón suele dar malos consejos, hijo, cuida de no guiarte siempre por sus dictados, sin antes haber meditado larga y tozudamente.
Sexta: Jamás te envanezcas por efímeros triunfos. Recuerda que todo llega y todo pasa y que, el hombre debe fincar su hombría mas allá de las imposiciones del amor y del dolor.
Séptima: Cuando en franca y honrada lid te venzan, acepta resignado el vencimiento, pero si te vencen con deslealtad, prepárate, cuidadosa y serenamente, par buscar el desquite de manera que te enaltezca y te honre. La santa humildad que nos enseño Jesucristo nunca pueden obligarnos a ser indignos.
Octava: Los libros dicen mucho y, mucho enseñan, pero la verdad está en el corazón de los viejos, donde la experiencia la ha sembrado y el constante luchar la ha hecho fructífera. Aprende en los libros cuanto puedas, pero nunca desdeñes la lección que quiera dictarte el anciano.
Novena: Si el fracaso responde a sus iniciativas, si tras de cada empeño tuyo salta el imposible, no te amilanes, serena el espíritu y aquieta el corazón: mañana será otro día; el futuro no esta descifrado y, todo esfuerzo de hoy es un luminoso jalón en el ascenso hacia nueva vida.
Decima: Nunca dejes que el insuceso pasado se haga trascendental en tu memoria. Toda dificultad ya superada o dejada a la vera del sendero debe ser lección orientadora para nuestros nuevos propósitos.
Sí así obras, hijo, nadie podrá posponerte y el camino del triunfo te será fácil.
Ramón Franky Galvis
Cali, febrero 22 de 1950.